miércoles, 22 de junio de 2016

Sueños Rotos: Recuérdame

-¡Déjame morir con dignidad!

-¡No voy a permitir que mueras!- Las lágrimas se derramaban calientes por sus mejillas. No quería llorar; el punto de toda esta discusión era mostrarse fuerte, por su bien.

-No es tu decisión,- dijo mientras dirigía su mirada hacia cualquier lugar de aquella fría habitación. Cualquier lugar excepto sus ojos.

-No, no lo es,- había dolor en su voz. -¿Pero qué se supone que haga? ¿Sentarme aquí por los próximos cinco meses y verte morir lentamente porque te niegas a aceptar el tratamiento? ¡¿Cómo puedes ser tan egoísta?!

-¡Egoísta! ¿Te das cuenta de lo que dices? Tú quieres que me someta a un tratamiento con menos del quince por ciento de probabilidades de que funcione; y que probablemente alargue mi vida al costo de un dolor insoportable, ¿y me llamas egoísta?

-Quince por ciento es más que nada. ¿No estás dispuesto a tomar ese riesgo? ¿A intentar curarte? Si no lo haces por ti, hazlo por nosotros,- las lágrimas corrían incontrolables. Su voz se oía ahogada por los esfuerzos que hacía para hablar por encima del nudo en su garganta.

-¡¿Crees que ésto es fácil?! ¡¿Piensas que quiero morir?!- se sentía indignado ante las palabras del otro, pero sabía que su posición era frágil.

-No sé qué pensar,- se acercó a la cama y tomó su mano-. ¿Acaso no me amas? ¿No piensas que vale la pena luchar por lo que sentimos?

-Yo... no...- sus ojos finalmente fueron obligados a encontrarse con los del otro. Las lágrimas que había intentado retener comenzaron a huir en masa al encontrarse con la tristeza inconmensurable de aquellos ojos verdes que alguna vez lo atraparon y lo encerraron en un conjuro del que nunca pudo ni quiso escapar. -Te amo... más que nada en este mundo. Te amo.

-Entonces hazlo por mí, por lo que sientes por mí. Toma el tratamiento, por favor. No puedo verte morir, no quiero.

-Acércate,- sus manos acariciaron sus mejillas, encerrando su rostro con una tibia caricia y animándolo a arrimarse. Cuando la distancia se hubo cerrado, unió los labios de ambos en el beso más simple pero más profundo que jamás habían compartido. -Necesito que me recuerdes con dignidad...

-No hables así, por favor...

-Escúchame. Quiero compartir contigo los últimos meses. Iremos al lugar donde nos conocimos por primera vez, ¿recuerdas? Quiero ver ese árbol una vez más. Grabaremos nuestras iniciales allí como una aburrida pareja adolescente. Y cuando ya no esté contigo podrás ir ahí y puedes desahogarte todo lo que quieras como solías hacer. Él puede cuidarte cuando hagas que las nubes lloren. Te amo, nunca dudes eso. Te amo tanto que quiero que me recuerdes como quienes hemos sido los últimos diez años. No quiero irme y dejar atrás la imagen de mi cuerpo pálido y atado a mil cables en una cama. Esa no es la persona de la que te enamoraste.

-Yo...

-Nada, tú nada. Solo necesito que digas que me amas y que dejes de llorar, que aún no me he ido. Te prometo que dedicaré cada minuto que me queda a ti. No quiero vivir la vida loca, no quiero hacer cosas que no he podido hacer, no quiero ver cosas que no he podido ver. La única vida que ha valido la pena vivir ha sido la que pasé junto a ti. Lo único que quiero hacer es el amor contigo mil veces más, porque aún no he podido demostrarte cuánto te amo. Lo único que necesito ver es tu sonrisa. Si sonríes para mí sabré que todo está bien porque aún me amas. Tu amor es lo único que vale la pena llevarme de éste mundo...

domingo, 27 de marzo de 2016

Sueños Rotos II: Un beso

Liam se retorcía debajo de él. Sentía su lengua ansiosa recorrer su cuello lamiendo, besando, marcando. Se mordía el labio inferior con fuerza, pero intentar no gemir era como intentar nadar contra la corriente, ¿y quién querría nadar contra semejante río de placer? De modo que, en lugar de luchar, se dejaba llevar, abriendo la boca y permitiendo que su cuerpo respondiera a aquellos deliciosos estímulos con toda clase de sonidos indecibles.

Aferrarse a su suave cabello era lo único que Liam podía hacer para mantenerse cuerdo mientras el otro comenzaba a descender por su cuerpo. Aquella lengua húmeda y caliente dejando un rastro de fuego tras de sí. Su espalda se elevaba, curvándose y quitándole la respiración. Era la misma sensación que meterse bajo una ducha de agua helada; un espasmo involuntario que arrancaba la respiración.

Pero Christian no era frío, no, era la encarnación del fuego. Y Liam se sentía como una especie de Ícaro lujurioso, queriendo acercarse al sol pero ardiendo al sentir aquellos labios cerrarse alrededor de uno de sus pezones. Onda tras onda de placer se extendían por su cuerpo como en un estanque. Sus pezones eran ahora devorados con un hambre voraz y Liam se sentía completamente indefenso pero incapaz siquiera de hacer el más mínimo intento de escape ante aquel depredador ardiente.

Unas manos grandes y suaves recorrían su abdomen dejando un inquietante hormigueo detrás y acercándose cada vez más a la parte de su cuerpo más necesitada de atención en aquel momento. Liam sabía que en cuanto aquellas manos experimentadas en el arte de estimular su cuerpo llegaran a destino, no habría vuelta atrás. Finalmente llegaría su momento de descender a la locura y dejarse caer en un remolino de placer incontrolable. Explotaría y su cuerpo encontraría finalmente ese sentimiento de liberación que pedía a gritos. Estaba tan cerca, sus dedos ardientes se cerraban alrededor de su miembro y comenzaban a hacer presión...

"Liam... ¡Liam!"

Liam abrió los ojos con dificultad, vislumbrando una cabellera roja como el fuego antes de darse la media vuelta para cubrirse la cabeza con las sábanas una vez más. Intentó concentrarse para volver a aquel lugar tan placentero del que lo habían arrancado pero sin lograrlo.

"Ya era hora," dijo la misma voz que lo había despertado. Liam tardó unos cuantos segundos en adjudicársela a Ethan, el amigo pelirrojo de Christian que había conocido el día anterior.

"¿Qué haces aquí?" Preguntó con una voz ronca de sueño y sin hacer el más mínimo gesto de levantarse.

"¿Cómo que qué hago aquí? Te dije ayer que te recogería para ir a clases, ¿o no? Y menos mal que lo hice o hubieses llegado tarde en tu primer día. Tienes media hora para prepararte."

Liam gruñó una vez más y se sentó lentamente restregándose los ojos pero cubriéndose rápidamente al darse cuenta de la erección galopante que llevaba encima. Se sonrojó profundamente pero Ethan, curioseando sobre las fotos en el escritorio, no pareció darse cuenta de nada. Liam dirigió una rápida mirada a la cama en el otro lado de la habitación pero la encontró vacía. El protagonista de su húmedo sueño aún no había vuelto.

"¿Sabés dónde está Christian?" Preguntó con lo que esperaba que sonara a un tono casual.

"Si te lo dijera me mataría," respondió el pelirrojo con aire distraído.

Apenas se habían conocido ayer. Liam consideró que quizás con un poco más de tiempo y confianza sería capaz de extraerle a Ethan aquella intrigante información.

"¿Cómo lograste entrar?" Preguntó Liam de repente mientras buscaba algo de ropa.

Hablando de confianza.

"Chris me dejó la llave anoche," respondió Ethan con un encogimiento de hombros y una sonrisa despreocupada. "Solo en caso de emergencia. Creo que mi compañero de cuarto poniendo música a todo volumen como si fueran las tres de la tarde a las seis de la mañana califica como un caso de emergencia extrema."

Liam sonrió y media hora más tarde salían juntos rumbo al edificio donde tendrían su primer día de clases. Sus ojos se dirigieron inconscientemente hacia la cama sin tocar de su compañero y se permitió preguntarse una vez más sobre aquel adonis y su extraño trabajo que le exigía pasar noches enteras fuera. Finalmente se encogió de hombros y cerró la puerta antes de seguir a Ethan.

Lo cierto es que para ser el primer día no estuvo tan mal como esperaba. Ethan fue de mucha ayuda al presentarle una tonelada de gente nueva. Al parecer era alguien bastante popular, todo lo contrario a Liam, a quien le habría entrado el pánico cuando les exigieron formar grupos para realizar el primer trabajo del cuatrimestre.

Afortunadamente Dylan, uno de los tantos que habían pasado por el proceso de presentación de Ethan, se acercó inmediatamente a Liam con una sonrisa.

"¿Compañeros?" Dijo con un tono casual que Liam jamás podría haber manejado de haberse invertido los roles.

Liam se sonrojó levemente antes de asentir en silencio y golpearse mentalmente por ser tan inadaptado. Aunque, como punto a su favor, Dylan era lo suficientemente apuesto como para intimidar hasta alguien con un nivel de auto-confianza normal. El cabello de un negro tan profundo que parecía un trozo de cielo nocturno, ojos marrones con una chispa de algo que Liam no alcanzaba a reconocer y unos hoyuelos que hacían resaltar su atractiva sonrisa en un ciento por ciento.

Al salir de la última clase, Ethan se despidió y murmuró algo sobre volver a su infierno musical personal. Liam, por su parte, se dirigió una vez más hacia su habitación preguntándose si vería a su compañero ésta vez.

"¿Liam?" Una voz sonó detrás de él.

"Dylan," dijo con un pequeño tono de decepción al darse cuenta de que la voz no pertenecía a la persona que estaba convirtiéndose rápidamente en su nuevo objeto de obsesión.

El otro no pareció notarlo y le regaló una más de aquellas cegadoras sonrisas.

"¿Vives en el edificio Pound?"

"Si," respondió Liam, estrujando su cerebro en busca de algo más que decir, pero sin tener suerte.

"Genial, yo también estoy quedándome allí. Te acompaño."

A Liam no se le ocurría ninguna razón por la que rechazarlo, ni tampoco pensaba usarla aunque la encontrara, de modo que ambos se dirigieron a la residencia mientras conversaban sobre cosas sin importancia.

"¿Estás bien?" Preguntó Dylan de repente. "Te noto algo... distraído."

Liam se enrojeció y titubeó al responder. Lo cierto es que su mente se había dirigido otra vez hacia Christian. ¿Por qué estaba tan obsesionado?

"Si, lo siento. Solo pensaba en el trabajo," mintió.

"Oh, sí, sobre eso..." dijo Dylan mientras doblaban en la esquina del pasillo que llevaba a la habitación de Liam. "Estaba pensando que podríamos encontrarnos este miércoles para empezar a planear lo necesario. Hay un café muy cerca de aquí."

"De acuerdo, suena bien." Liam sonrió tímidamente mientras luchaba por encontrar las llaves.

"Es una cita entonces," aquella chispa misteriosa volvía a brillar en los ojos de Dylan mientras decía aquellas palabras y Liam podía sentir cómo el calor ascendía por su cuello, su rostro y sus mejillas en lo que debía ser la millonésima vez en que se sonrojaba aquel día.

"Hasta el miércoles... Liam." La forma en que dijo su nombre provocó que un rápido escalofrío se extendiera por su espalda y lo que hizo a continuación causó que a Liam le temblaran las rodillas y casi cayera al suelo allí mismo.

Con un movimiento rápido y sin darle tiempo a cuestionar o pensar, Dylan se inclinó hacia él y depositó un suave beso en su mejilla. No fue nada elaborado, solo un roce de labios, pero bastó para hacer que el corazón le subiera hasta la garganta y le impidiera decir una palabra antes de que su compañero de clase le regalara una última sonrisa y se diera la media vuelta, dejando a Liam solo para intentar recuperar el control de su cuerpo.

Unos segundos más tarde logró pescar las llaves de su habitación del profundo abismo de su bolsillo y se apresuró a entrar para sentarse en la cama y meditar sobre lo que acababa de pasar. Había quedado en una cita con Dylan y éste lo había besado... en la mejilla, pero besado al fin.

No habían pasado más que unos minutos antes de que la puerta de la habitación volviera a abrirse y finalmente Chris hizo su aparición. Parecía agotado, con el cabello alborotado y un andar que denotaba cansancio. Liam, a pesar de que su curiosidad volvía a hacer aparición, se alegró de verlo.

"Al fin apareces," le dijo con tono burlón. Quizás ocultando la más pequeña esperanza de desvelar el misterio de dónde había estado toda la noche y gran parte de la tarde.

"Si, hola. Acabo de salir de clases," dijo con voz ronca y sin dirigirle la mirada a Liam mientras se dedicaba a retirar lo que parecían unas cuantas mudas de ropa de su bolso y algunos cuadernos. ¿Había trabajado toda la noche y luego había ido directo a clases?

"¿Un duro día de trabajo?" Quizás si presionaba un poco más.

"Si, como sea. Me iré a dar una ducha." Su tono era cortante una vez más y provocó un nudo en la garganta de Liam. ¿Había hecho algo mal?

"Um, claro," dijo con voz tenue mientras notaba la muda de ropa que se llevaba. Al parecer no habría material de sueños esta noche, pero en aquel momento era lo que menos importaba. Algo estaba mal, Christian estaba actuando muy extraño.

Quizás solo fuera el cansancio y Liam estuviera sobre-analizándolo. Dedicó el tiempo que le quedaba mientras Christian se duchaba para volver en sus pasos y pensar qué era lo que podría haber ido mal. La última vez que habían hablado había sido la noche anterior cuando... ¿acaso habría notado a Liam devorando su cuerpo desnudo con los ojos? Debía ser eso, ¿qué otra cosa podría provocar una reacción como aquella? Christian lo había descubierto observándolo y se había sentido incómodo por tener que compartir habitación con un... maricón. Aquel pensamiento era como una daga en el pecho.

Liam decidió armarse de valor y enfrentar los hechos antes de que se volviera un problema más grande y ya no pudiera manejarlo. En cuanto Christian volvió, inspiró profundo y dijo con una sola exhalación:

"Escucha, lamento lo de anoche. No quise hacerte sentir incómodo, es solo que... bueno... eres muy atractivo y..." se interrumpió, encontrándose sin aire ni palabras más que decir.

Para su sorpresa, fue Christian quien le devolvió una mirada extrañada.

"¿De qué hablas?" Dijo aún manteniendo su tono cortante y enarcando una ceja.

"Estás molesto conmigo, ¿cierto?" Respondió Liam, cada vez más confundido.

Christian soltó un suspiro antes de contestar:

"Mira, no me gusta que me mientan, ¿está bien? No tengo absolutamente nada en contra de que seas gay. De hecho tengo dos padres. literalmente. Además..." en ese punto se mordió el labio y pareció cambiar de idea en cuanto a lo que estaba a punto de decir. "Como sea, no me gusta que me mientan. Te vi con aquel chico. Debiste haberme dicho que tenías novio."

...

¿Qué?


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Hola chicos! Mil y un perdones por demorarme tantísimo en volver a publicar. La universidad no es fácil, pero ahora que ya está terminando el cuatrimestre puedo dedicar un tiempito a escribir otra vez.

Como sea, espero que les haya gustado el capítulo dos. En mi blog pueden encontrar un pequeño especial, más experimento que otra cosa, pero especial al fin.

Pueden escribirme para decir si quieren más Sueños Rotos o puedo retomar DduE.

En fin, gracias por leer!

jueves, 21 de enero de 2016

Sueños Rotos: El árbol

"¿Por qué lloras?"

"Porque me lastimaron."

"¿Y por qué lloras aquí?"

"Porque nadie puede encontrarme, es mi lugar secreto."

"Yo te encontré."

"¿Vienes a lastimarme también?"

"No, vine porque quiero ayudarte a dejar de llorar."

"¿Por qué tendría que hacerlo? A nadie le importa de todos modos."

"A mí me importa. Además, estás haciendo que el cielo llore también."

"Eso no tiene sentido."

"Quizás no lo tiene para ti porque éste árbol tan grande te protege de las lágrimas de las nubes."

"Él me protege porque se siente solo, igual que yo."

"Ahora eres tú el que dice cosas sin sentido."

"No, tú dijiste que el cielo estaba llorando. Pero él tiene todas esas nubes, el sol, la luna, las estrellas. Todos lo apoyan y lo ayudan a ser más bonito, ¿por qué lloraría?"

"Entiendo. ¿Por eso se siente solo tu árbol? ¿Porque está solo en medio de este campo?"

"Si."

"¿Puedo acompañarlos también?"

"No si vienes a lastimarnos."

"¿Por qué querría lastimarlos?"

"No lo sé."

"Yo tampoco."

"Puedes acompañarnos. Pero no quiero saber quién eres."

"¿Por qué no?"

"Porque si te conozco, vas a lastimarme."

"¿Es así como te lastimaron?"

"Si. Cuando hablo con los que conozco, se dan cuenta de que soy diferente y no les gusta, no les gusto."

"¿No tienes miedo de que tu árbol te conozca si lloras a su lado?"

"Él ya me conoce. Somos amigos desde antes de que me lastimaran por primera vez. Es el único en quien puedo confiar."

"Que árbol tan noble."

"Lo es. Siempre escucha con paciencia todo lo que le cuento y nunca se ha reído de mí. Solo me pide que lo acompañe y escuche lo que susurra también."

"Ambos tuvieron mucha suerte de encontrarse. Aunque son muy diferentes, se puede ver que se llevan muy bien."

"Así debería ser siempre."

"Si, estoy de acuerdo."

"¿Vas a sentarte con nosotros?"

"Creo que debo irme. Pero me alegra que dejaras de llorar y me siento afortunado de haberlos conocido."

"Aún no me conoces."

"¿A qué te refieres?"

"¿No es obvio? No te he dado mi nombre."

"Creí que temías que fuera a lastimarte."

"No puedes lastimarme si yo no te conozco a ti."

"Entiendo."

"Además, si te vas sin mi nombre puedes sentirte solo como yo antes de conocer a mi árbol."

"No me gustaría eso."

"A nadie le gusta sentirse solo, por eso estaba llorando… Mi nombre es Liam."

"Es un placer conocerte, Liam. Y a tu árbol también."

"Gracias."

"Debo irme antes de que comience a oscurecer. Pero me gustaría volver a verlos."

"¿Cómo podemos volver a encontrarnos si yo no te conozco?"

"Puedo darte mi nombre…"

"No, si te conozco vas a lastimarme."

"En ese caso vendré todos los días a acompañar a tu árbol y esperaremos juntos por ti."

"¿Cómo sabré que no eres otra persona?"

"Porque cuando te vea diré: ‘Liam, no llores o harás que las nubes lloren también.’"

"Me parece bien. Pero tenemos que venir todos los días, o el árbol se sentirá solo. Nadie merece sentirse solo."

"Es un trato."

lunes, 4 de enero de 2016

Diario de un embaucador: (Parte VI)

"Soy yo. Quiero a mi hermano de vuelta en este instante. Quita tus asquerosas manos de él, maldito cabrón, o juro que las pagarás." 

Era Nico.

Sentí la sangre comenzar a hervir con la misma rabia que había sentido el día anterior cuando David había aparecido a la puerta de mi departamento con el ojo morado. Me había sentido impotente, furioso y confundido, todo al mismo tiempo. Impotente por no cuidar de mi propiedad, furioso porque alguien se había atrevido a tocar lo que es mío y confundido porque a mi no me importaba nadie más que yo mismo, ¿qué demonios estaba haciendo David conmigo?

Había visto al idiota de su hermano estacionado justo frente al edificio y había estado a punto de dejarle algo más que solo un ojo negro. David me había detenido en aquel momento, me había sostenido la mirada con esos grandes ojos negros de cachorro mojado y no pude obligarme a hacerlo. Pero no volvería a suceder.

Me apresuré a mi habitación y me vestí con lo primero que encontré, Iba de un lado al otro, buscando un pantalón y una camiseta mientras David me miraba consternado. Habría y cerraba la boca, como intentando decir algo, pero sin saber bien qué. Sabía que quería detenerme, pero era demasiado tarde; aún se encontraba desnudo y yo ya estaba saliendo. En realidad, si no hubiese estado poseído por aquella rabia ciega, lo habría tomado allí mismo en el sillón. Se veía tan tentador, con esa mirada indefensa y su cuerpo totalmente destapado.

Tomé las escaleras y bajé saltando dos escalones a la vez. Si hubiese tomado el ascensor, habría terminado golpeando las paredes. La rabia me llenaba de adrenalina, aunque una parte de mi mente se preguntaba si no estaría reaccionando exageradamente ante la situación. Después de todo solo era un ojo morado. Pero era un ojo morado en mi propiedad y nadie, absolutamente nadie, tocaba lo que es mío.

Llegué a la planta baja y vi al cabrón esperando fuera, caminaba de un lado al otro, nervioso como un preso esperando la silla. Sonreí, tenía buenas razones para estar ansioso, cuando terminara con él, no tendría fuerzas ni siquiera para ponerse de pie.

La puerta de vidrio del edificio se encontraba abierta de par en par, caminé decidido hasta donde él se encontraba y lo empujé con ambas manos poniendo toda mi furia en ello, pero solo logré que tambaleara unos pasos. Tenía mi mismo tamaño y yo sabía de hecho que se trabajaba, lo había visto en más de una ocasión haciéndolo en el mismo gimnasio que yo solía atender, probablemente para espiarme, buscando alguna prueba para ratonearme con Franco. Aún después de la promesa... El pensamiento me enfureció aún más.

"¿Cuál es tu maldito problema?" le pregunté mientras volvía a empujarlo. "¿Lo golpeas y ahora vienes a decirme que le quite las manos de encima? ¿Quién te crees que eres?"

"¿De qué demo...?"

No le permití terminar lo que fuera que había estado a punto de decir. Le lancé un golpe directamente al rostro, esperando dejarle el ojo peor que el de David. Fallé por unos centímetros, pude sentir mi puño conectando con su mejilla, dejándole un corte considerable. Volví a lanzar otro golpe antes de que pudiera reaccionar y ponerse en guardia, ésta vez al estómago, dejándolo automáticamente sin aire, doblado sobre si mismo.

"Das asco, ¿eres lo suficiente hombre para golpear a tu hermano menor, pero no lo suficiente para defenderte cuando te golpean a ti?" Escupí a un lado mientras esperaba que se enderezara.

"Yo... yo no lo golpeé." Tenía el rostro contorsionado, la mejilla le sangraba y continuaba abrazándose el estómago, me sorprendía que pudiera hablar, era más resistente de lo que parecía. Con el golpe que le había dado, no debería haber tenido aire ni para respirar.

"¿Qué dices? No te escucho sobre el sonido de tus pantalones mojándose," dije con una sonrisa ladeada. "Eres un maldito cobarde."

Estuve a punto de partirle la cara una vez más, moría de ganar de dejarlo tan magullado que ni siquiera David sería capaz de reconocerlo. Pero en ese momento sentí unos brazos fuertes y familiares enredándose bajo mis brazos, impidiendo que pudiera realizar cualquier otro movimiento.

"¿Franco?" Dije sorprendido por más de una razón. "¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¡Suéltame! ¡¿Qué haces?!"

"Alex, ¡cálmate! ¡Escucha! ¡Nico no golpeó a nadie!" Hablaba con dificultad, luchando contra mis forcejeos.

"¡Este idiota te lavó la cabeza! ¡Suéltame, maldita sea! ¡Voy a hacerlo pedazos!"

Nico ya se estaba recuperando, me miraba con odio mientras se limpiaba la sangre con el dorso de la mano. Le devolví la mirada con la misma fiereza.

"Eres un imbécil," escupió. "Yo jamás golpearía a mi hermano, no soy un monstruo psicópata como tú. Ni siquiera sé de qué golpe estás hablando."

Sentía mi rostro caliente mientras otra ola de rabia me inundaba y me soltaba de los brazos de Franco de un tirón. Avancé hacia Nico dispuesto a reducirlo a un pedazo de gelatina. No sabía qué me enfurecía más, que negara lo que había hecho tan sueltamente o que me irritara tanto que lo hiciera.

"¡Alex!" La voz de David sonó a mi espalda y me detuve instantáneamente, como si me hubieran paralizado.

"¿Qué haces aquí? Vuelve adentro," dije con la mandíbula apretada y el tono más imperioso que pude lograr.

"Alex, escucha, no fue él."

"¿Estás jugando conmigo cierto?" Dije, ésta vez dándome la vuelta para enfrentarlo. Tenía los ojos muy abiertos y podía ver el miedo reflejado en ellos. "Ayer me dijiste..."

"No te dije nada, tú sacaste tus conclusiones." Me quedé helado mientras sentía toda la rabia escapar de mi cuerpo suplantada por confusión.

"Es lo que intentamos decirte, idiota." Nico aún me miraba con el ceño fruncido, la sangre secándose en su rostro.

"Entonces, ¿quién carajos te hizo eso? ¿Por qué no me lo dijiste enseguida?" Me sentía confuso e irritado.

"Yo..."

"Deberías habérmelo dicho. Habríamos podido atraparlo." Nico miraba fijamente a su hermano menor. ¿Qué demonios estaba sucediendo?

"Te dije que no deberíamos haberlo hecho, mira cómo ha terminado. David terminó pagando por tu estúpido plan." Ahora era el turno de Franco de fruncirle el ceño a Nico.

"Lo sé," respondió éste apretando los dientes. "Esperaba que asumiera que Alex lo había hecho. Mataría dos pájaros de un tiro. Él le daría una lección a éste idiota por ponerle las manos encima a David y podríamos atraparlo aquí mismo. Ni siquiera él es tan bueno como para superarnos a ti y a mi juntos."

De repente un escalofrío me recorrió la espalda.

"Espera," dije, mi voz bastante más baja de lo que pretendía. "No están... No se refieren a..."

"Sí, el mismo," escupió Nico, como si decir su nombre trajera desgracia.

Me sentía como si me hubiesen arrojado un balde de agua fría encima. En seguida dirigí mi mirada a David, que aún mantenía los ojos abiertos y los labios apretados en una fina línea. No podía ser... en ese momento pude sentir cómo el muro que había tardado tantos años en construir se derrumbaba. Un río de emociones diferentes me llenaba el pecho, las memorias volvían en rápidos flashes como pesadillas.

"¿Qué demonios sucedió? ¿Cómo salió? Es imposible..."

"Le acortaron la sentencia por buen comportamiento." Respondió Franco.

"Le pagué a unos tipos para que le dieran una paliza y lo asustaran." Nico hablaba como si estuviese admitiendo una verdad casi imposible de concebir. "Con suerte se alejaría de aquí; sin suerte, te elegiría a ti como el blanco más fácil y Franco y yo podríamos atraparlo. Cuando David escribió que se quedaría donde un amigo, supe enseguida que se refería a ti, maldito patán, después de todo hace ya dos semanas que viene a revolcarse contigo. Pero jamás pensé que sería porque él le había hecho algo a David. El muy infeliz debe haber sabido que yo vigilaba tu departamento, por eso fue a por mi hermano."

Me llevé una mano a la cabeza mientras veía todas las piezas encajar lentamente. Era cierto que David no había mencionado quién lo había atacado. Yo había saltado a conclusiones luego de ver el auto de Nico, que en realidad nos estaba utilizando a su hermano y a mí como carnada. Alcé mi mirada hacia David que se encontraba pálido y parecía a punto de desmayarse.

"¿Lo... lo sabías?" Preguntó a su hermano con los ojos llenos de terror.

"¡Por supuesto que lo sabía! ¡Franco también lo sabía!" Gritó Nico y miré a Franco que se sonrojaba y esquivaba mi mirada. Quise decir algo, pero honestamente no me importaba. Tenía problemas más grandes que solucionar ahora. "Ambos son unos bastardos. Y pensar que Franco quería detenerme para que tú no salieras lastimado, Alex. ¡Tú! ¡Hace un mes que lo sabe y no te lo ha dicho porque así de fuerte es lo que siente por ti! Y tú, cucaracha inmunda, andas de revolcones con mi hermano pequeño. Como desearía que fueras tu el del ojo morado, ojalá te hubiese roto una pierna, ya que estaba de paso."

"Mira que eres uno para hablar," dije mientras el enojo volvía a nacer en mi pecho. "Maldito infeliz, nos utilizaste como carnada por semanas y ahora vienes a hacer el papel de gran salvador. Mira lo que ha resultado de tu grandioso plan." Dije lleno de rabia una vez más y señalando a David.

"Alex..." Franco finalmente había crecido las bolas que le faltaban para mirarme y hasta dirigirme la palabra.

"¡Y tú!" Le espeté. "¿Por qué no me dijiste que lo sabías? ¿Hace un mes que lo sabes y no habías dicho nada? Eres patético, ¿aún sigues esperando que de repente comience a escupir arco iris y unicornios y te diga que nos amemos y tengamos hijos? Solo dime una cosa, ¿cómo te enteraste?"

Las lágrimas recorrían sus mejillas. "Zack me lo dijo en el gimnasio."

Zack. Su nombre solo bastaba para atenazarme el pecho de miedo. El maldito estaba de vuelta. Sentía los escalofríos recorrerme la columna. Sentía la urgente necesidad de correr de vuelta a mi departamento, trabar puertas y ventanas y no salir jamás de allí.

"El sabía... sabía sobre todos nosotros..." La voz de David era apenas audible. "Dijo... dijo que mi ojo era solo una advertencia, pero que ya había comenzado a actuar. Dijo que nos separaría y luego nos eliminaría uno p-por uno..."

Un silencio ominoso cayó sobre todos. Cada uno de nosotros sabía demasiado bien que aquella no era una advertencia vana. Zack cumpliría con su palabra.

"David, vamos a casa," dijo Nico de repente, rompiendo el trance en el que habíamos caído.

"N-no, q-quiero quedarme con Alex. ¿P-por qué habría de confiar en ti? Me engañaste, sabías sobre Alex y yo y aún así utilizaste ese estúpido plan."

"¡Te advertí que no te acercaras a él!"

"¡No te creí!" Respondió David enrojeciéndose. "Pensé que solo lo decías porque no querías que hiciera nada con él por Franco."

"Conocí a éste imbécil hace años," dijo Nico con una calma amenazante señalándome a mí. "Luego de lo que sucedió con Zack, nos separamos. Franco solo conoce mi parte de la historia, al igual que tú. Nunca mencioné la parte de Alex porque juramos no volver a hablar de ello. Nunca creí que volveríamos a encontrarnos hasta que Franco y él se juntaron. Tengo mis propios motivos para desconfiar de él."

Una mirada rápida entre Nico y yo bastó para entendernos: era mi derecho decidir si quería revelar mi parte o no. Él ya había hablado demasiado solo mencionándole a Franco que yo había estado involucrado. No importa cuán furioso estuvierámos el uno con el otro, ninguno de los dos tenía derecho a revelar nada del pasado del otro.

"David, vamos a casa. Estarás más seguro." Repitió Nico dirigiéndose hacia él.

"No, voy a quedarme con Alex," dijo el otro, testarudo.

Pero el mayor no parecía dispuesto a dar el brazo a torcer, de modo que me interpuse entre ambos y le dirigí una mirada que decía: 'si lo tocas, lo vas a lamentar'. Nico dudó en segundo y, con un gruñido de rabia se dio la vuelta para subir al auto. Franco tardó un poco más en seguirlo, aún me miraba con lágrimas en los ojos.

"Yo lo sabía, Alex, sabía que Zack te había hecho algo también. Nico me lo dijo, esperaba que algún día decidieras abrirte a mí. Todo lo que deseaba era estar allí para ti cuando te abrieras y poder cuidar de las heridas que ese infeliz te hizo." Aparté la mirada, quizás en algún lugar de mi mente supiera que debía sentirme mal por él. Tomé a David del brazo y volvimos a mi departamento sin mirar atrás.

Mi pecho era un remolino de emociones, mi mente daba vueltas. Intentaba con todas mis fuerzas apartar los pensamientos y recuerdos que acudían uno tras otro para atormentarme. Necesitaba que dejara de importarme, necesitaba mi muro de vuelta. Tenía que traer al Alex soberbio y desinteresado una vez más.

Entramos al departamento y, sin perder un momento, empujé a David contra la puerta de entrada. Su espalda contra mi pecho mientras tomaba sus muñecas con una mano y alzaba sus brazos por encima de su cabeza, impidiéndole así que se moviera.

"¿Alex...?" Dijo confuso mientras me dedicaba a saborear su cuello, mordiéndolo, succionando, lamiendo. Necesitaba aquello desesperadamente, tenía que olvidar, no podía permitir que sus recuerdos volvieran.

Él soltaba suaves gemidos de placer mientras retorcía su cuerpo contra el mío, mi polla no tardó en estar a punto de explotar. Introduje mis dedos en su boca, obligándolo a que los lubricara mientras besaba sus oídos y sentía su espalda arquearse. Su culo se restregaba contra mi miembro. Su cuerpo parecía estar hecho para el mío.

Quité mis dedos de su boca y bajé su pantalón con brusquedad, devorando su cuello otra vez mientras introducía dos dedos dentro suyo y el se quejaba.

"Alex..."

"Shh," él no solía quejarse, le gustaba cuando lo hacíamos duro. Siempre disfrutaba cuando jugaba rudo con él.

Metí un tercero dedo casi enseguida y él abrió más las piernas para dejarme entrar. Así está mejor, así es como el se comportaba. Obediente, sumiso. Confiaba en mí como yo confiaba en él. Cada uno sabía lo que el otro disfrutaba y hasta dónde podía llegar.

Retiré los dedos de dentro suyo, bajé mi bragueta y saqué mi polla colocándola en su entrada. Me hundí en él rápidamente, sin demasiada ceremonia. El producía sonidos entre gemidos, gruñidos y quejidos; pero yo sabía que lo disfrutaba. Le mordía un hombro juguetón y deslizaba una mano bajo su camiseta para pellizcarle los pezones mientras me retiraba y volvía a hundirme en él, una y otra vez con creciente velocidad.

Gruñidos guturales salían de dentro mío mientras sentía su interior apretando mi polla. No importaba cuántas veces lo penetrara, siempre parecía la primera vez. Era como si su culo se renovara en cada nueva sesión.

Poco a poco me acercaba al máximo de mi placer. Aceleraba el ritmo con impaciencia, queriendo llenarlo de mi para que me regalara esa sonrisa satisfecha que tanto me gustaba. Nos acurrucaríamos en la cama y el dormiría mientras yo lo observaba y sonreía, sintiéndome el hombre más afortunado del mundo. Después de todo, lo amaba con cada fibra de mi ser...

"¡Eric!" Gemí mientras me corría dentro suyo sintiéndome una vez más la persona con más suerte en el universo.

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Finalmente se revela quién es el que está detrás de todo el tumulto. Espero les haya gustado el capítulo y la vuelta de tuerca!

Disculpen la demora en entregarlo, año nuevo y todas esas cosas, jaja.

El próximo capítulo de Sueños Rotos saldrá luego del 8 por cuestiones vacacionales. Y el próximo capítulo del Diario saldrá después del 10.

Saludos y feliz año nuevo!

viernes, 1 de enero de 2016

Sueños Rotos I: Una sonrisa

De pie delante del edificio, Liam se preguntaba qué demonios estaba haciendo allí. Gente de su misma edad entraba y salía. La mayoría iban en pequeños grupos de dos o tres, riendo y comenzando a conocer a quienes serían sus compañeros por el resto del cuatrimestre.

Liam suspiró, tomó su maleta y comenzó su nueva vida.

Le habían asignado la Residencia Pound, cuarto 34. Luego de dar unas cuantas vueltas por el lugar, sintiéndose un idiota, logró dar con la puerta correcta en el tercer piso. Tuvo que obligarse a respirar profundo por un minuto completo antes de tomar la llave de su bolsillo y abrir la puerta.

Apenas entrar, notó que su compañero ya había estado allí. Había cajas desparramadas por toda la habitación. La cama del lado izquierdo estaba cubierta por una pila de ropa a pesar de que habían dos roperos enormes al pie de cada una. Un único escritorio viejo se encontraba justo al lado de la puerta, perfecto para arrojar las llaves luego de entrar. La tosca silla de madera que iba a juego tenía una caja encima que, por lo que Liam pudo ver, también estaba llena de ropa. ¿Acaso se habían equivocado y lo habían colocado con una mujer? ¿Cuánta ropa podría tener un hombre?

Se encogió de hombros y se dirigió a su nueva cama en el rincón derecho de la habitación. Cada cama tenía una mesita de noche a un costado y una ventana sencilla iluminaba la habitación en medio de ambas. Liam arrojó su único bolso con todas sus posesiones sobre el colchón y se dispuso a acomodar la poca ropa que había traído consigo.

Su madre había insistido en comprarle nuevas mudas, pero Liam se había negado. Sabía el enorme sacrificio que ella estaba haciendo al enviarlo a la universidad. Ya se las arreglaría. En caso de emergencia, no creía que su nuevo compañero tuviera algún problema con prestarle alguna prenda en todo caso.

Abrió la maleta, colocó algunas fotografías en su mesita de noche, colocó la laptop en el escritorio y se dispuso a acomodar el resto de cosas en el ropero al pie de su cama. Era bastante grande, tenía tres cajones en la parte de abajo y dos puertas, cada una con un espejo y un perchero dentro.

Cuando terminó de acomodar cada cosa, aún le quedaba un cajón y más de medio perchero libre. Liam suspiró y se miró en uno de los espejos, quizás bajaría a buscar el comedor, el estómago comenzaba a gruñirle.

Se acomodó el cabello castaño, lo llevaba corto y se lo peinaba hacia arriba, siempre lo había usado igual, resaltaba sus grandes ojos celestes y su rostro fino y afilado. Llevaba una camiseta verde con el logo de My Chemical Romance, su banda favorita. La prenda tenía sus años y había empezado a quedarle algo pequeña, pero Liam no había querido desprenderse de ella, había sido un regalo de su padre. Además, se ajustaba a su cuerpo y lo resaltaba, algo difícil ya que, aunque su cuerpo estaba bien trabajado, seguía siendo bastante delgado. Chequeó el bolsillo de sus gastados jeans para asegurarse de que su celular seguía allí y se dispuso a salir.

Iba ensimismado, pensando en quién podría ser su compañero de cuarto. A quién le habría tocado sufrir su compañía. Se sentía miserable. Solo llevaba un par de horas allí y ya extrañaba su vieja habitación. Las relaciones sociales no se le daban demasiado bien. Prefería pasar horas encerrado en su cuarto, leyendo sobre otras personas e imaginando otro tipo de vida.

De repente, Liam sintió como si chocara contra una pared de lleno. Confundido, retrocedió un par de pasos solo para ver que la pared resultó ser una ancha espalda perteneciente a un chico alto y extremadamente atractivo. El chico se dio vuelta y miró a Liam con una sonrisa y un gesto de sorpresa.

Le llevaba casi una cabeza, cabello corto, una mezcla entre dorado y café, sus ojos eran tan verdes que era un milagro que no brillaran. Su rostro estaba bien enmarcado por mandíbulas fuertes y estaba ocupado por una barba de un par de días. La cereza del postre eran unos labios gruesos, carnosos, creados para besar. Era un rostro fuerte, masculino.

"L-lo siento," Liam se golpeó mentalmente por tartamudear.

"¿Podemos hablar luego?" Dijo el otro a una chica menuda, de cabello negro, grandes proporciones y un rostro no muy amigable.

La chica le dirigió una mirada de odio a Liam , como si el chico hubiese planeado chocar contra aquel desconocido a propósito; dio media vuelta y se fue con aires de ofendida.

"Soy Christian, tu debes ser Liam, ¿cierto?" Dijo Christian con una sonrisa, como si nada hubiese pasado y extendiendo una mano.

"S-si," respondió éste estrechando la mano que le extendía y sintiendo toda clase de hormigueos en el cuerpo. Tenía unas manos grandes pero suaves, notó Liam.

"En ese caso puedes llamarme Chris. ¿Ibas al comedor?"

"Si, ¿s-sabes donde está?"

"Claro, yo también voy para allá. Solo venía a cambiarme. Si me das un segundo, te acompaño," dijo Chris y sin esperar una respuesta, se metió a la habitación.

Liam intentó pensar en alguna excusa para entrar también y poder ver lo que se escondía bajo aquella camiseta negra y, con un poco de suerte, lo que había debajo de sus jeans también. Pero su cerebro nadaba en un mar de caramelo y no logró idear nada convincente. Chris salió a los minutos con una camisa a cuadros que dejaba adivinar una figura de infarto y lo escoltó al comedor.

El apetito de Liam había desaparecido de repente. Aún no podía creer que aquel hombre fuera su compañero de cuarto. Tomó una manzana y se dirigió a la mesa. Chris llevaba la bandeja repleta y rió con ganas cuando vio el rostro con el que Liam lo miraba.

"Tengo que alimentarme bien, mi trabajo lo exige," dijo aún riendo y guiñándole un ojo al chico antes de proseguir a interrogarlo a profundidad. "Así que... ¿qué estudias?"

"Filosofía," dijo Liam masticando sin ganas la manzana y prestando atención a cada gesto del monumento que tenía delante. En ese momento fruncía el ceño con aspecto confundido.

"¿Esos tipos locos que pasan sentados en bancas pensando?"

Liam no pudo evitar reír con él.

"Si, más o menos."

"Genial," dijo Chris con una sonrisa deslumbrante. "Yo he entrado a Administración de Empresas."

"Suena bien," dijo Liam intentando imitar su sonrisa.

"No tanto. ¿Vives con tus padres?"

"Mis padres están separados, vivo con mi madre."

"Oh, lo siento."

"No es tan malo en verdad." Mintió Liam.

"¿Qué edad tienes? ¿Roncas? ¿Alguna novia? ¿Tendré que dormir afuera algunas noches?" Aquello último lo dijo con un tono de desesperanza que hizo reír a Liam otra vez.

"Tengo 19, no creo que ronque y no tengo... no estoy en ninguna relación." Liam se sonrojó de repente al darse cuenta que estuvo a punto de decir 'novio'.

Chris era muy, muy apuesto y tenía un aspecto muy masculino. Además era muy simpático, sonreía mucho y realmente no parecía uno de esos chicos que te romperían la cara solo por enterarse de que eras gay; pero sí quizás se inhibiría y querría cambiar de habitación. A Liam le entró pánico solo de pensar en esa posibilidad. Decidió que se contentaría con compartir habitación con él y quizás una amistad.

"¡¿Cuántas veces te dije que me llamaras en cuanto llegaras?! ¡Dime cuántas!" Una voz resonó detrás de Liam y Chris levantó la vista con la sonrisa más grande que había mostrado hasta el momento. Se puso de pie y recibió al dueño de la voz con un eufórico abrazo y unas palmadas en la espalda.

El nuevo desconocido era pelirrojo, tenía el cabello de un color anaranjado tenue. Pecas cubrían el puente de su nariz y sus mejillas. Tenía un rostro amplio, generoso. Unos ojos azules contrastaban con el color de su cabello. Iba vestido con una sudadera gris encima de una camiseta roja que resaltaba aún más su cabello.

Chris y él compartieron algunas palabras amistosas antes de que ambos volvieran a sentarse frente a Liam .

"Liam, éste es Ethan. Ethan, Liam. Mi nuevo compañero de cuarto," Chris los presentó y ambos se estrecharon la mano.

"Lamento mucho por anticipado lo que tendrás que sufrir," dijo Marlon con un brillo divertido en los ojos, como si supiera algo que Liam, no. Seguramente así era. Chris se limitó a reír.

"Ethan aquí, es otro más de los que aspiran a ser un loco sentado en una banca pensando," le dijo Chris.

"¿En serio? ¡Genial! Yo igual," respondió Liam.

"Tu has tenido suerte," dijo Marlon afligido. "Mi compañero es un lunático, tendrían que ver el pedazo de equipo de sonido que se ha instalado en la habitación. Les juro que si es un fanático del heavy metal iré a dormir a vuestra habitación y tendrán que aguantarme roncar. Bueno, Liam tendrá que aguantarme, tú no porque... ¡Uff!" Chris lo interrumpió con un codazo y le frunció el ceño.

"Como sea," Chris siguió hablando como si nada hubiese sucedido, parecía tener un talento natural para ello. "Liam, si quieres, Ethan puede pasar a buscarte mañana, así podrán buscar su salón juntos."

"Sería un placer," dijo Ethan con una sonrisa radiante. ¿Qué sucedía con toda ésta gente? ¿Por qué todos sonreían como si no existiese razón para no hacerlo?

Continuaron haciendo planes y riendo mientras Chris terminaba su comida. Ethan se despidió de ellos y se fue maldiciendo a su compañero de cuarto y con la promesa de buscar a Liam al otro día.


"Es mi mejor amigo de la infancia," explicó Chris mientras ambos volvían a la habitación. "Estoy seguro de que te caerá bien. Es un buen tipo."

"Si, eso parece." Respondió Liam distraído mientras observaba el trasero de su compañero de cuarto mientras subían por las escaleras. "Oye, ¿sabes dónde están las duchas?"

"Creo que las vi al fondo del pasillo."

Liam estaba exhausto, no veía la hora de refrescarse e ir a la cama. Entraron a la habitación y Chris se dedicó a revisar cajas y acomodar ropa de cualquier manera en su ropero. Mientras tanto, Liam buscó su propia muda y se dirigió a las duchas.

El lugar estaba relativamente vacío. Solo había un par de lugares ocupados, de modo que escogió la que mejor le pareció y dejó que el agua caliente le recorriera el cuerpo y lo relajara. Pensó en aquel extraño día. Tenía un compañero de cuarto bastante amistoso y extremadamente apuesto y había conocido a su primer compañero de clases. No había estado tan mal como se había temido.

Terminó de ducharse con una sonrisa, se vistió con un pantalón de pijama y una camiseta vieja y volvió a su habitación. En el camino volvió a cruzarse con Chris, que se dirigía también a las duchas. Las cajas, ahora vacías, se apilaban en su cama que aún estaba sin hacer. Liam tomó su laptop del escritorio compartido y se dirigió a la cama para tontear un rato antes de que el sueño se apoderara de él.

No pasó mucho antes de que la puerta volviera a abrirse y Liam estuviera a punto de morir infartado. Chris entró al cuarto con total naturalidad, desnudo, a excepción de una toalla anudada en su cintura. Tenía unos hombros potentes, seguidos de unos brazos gruesos y bien tonificados. Unos pezones oscuros que le hacían agua la boca a Liam coronaban un par de pectorales fuertes y bien formados. Tres pares de abdominales seguían y terminaban enmarcados por unos oblicuos que parecían indicar el camino a la gloria.

"¿Te molesta si me visto aquí?" Preguntó como si le estuviera pidiendo un bolígrafo.

"N-no, no hay problema," dijo Liam al tiempo que movía la laptop con disimulo para ocultar el bulto creciente en sus pantalones.

Chris se dio vuelta y dejó caer la toalla, obligando a Liam a reprimir un gemido. Tenía un culo espectacular, redondo, firme, unas nalgas que exigían ser mordidas. Se agachó para buscar en el cajón y Liam podría jurar que la laptop saltó junto a su polla. Rogaba en silencio que Chris se diera la vuelta, aunque fuera un segundo. Pero el otro simplemente se puso unos boxers y continuó vistiéndose, ignorante de los efectos enloquecedores que tenía sobre su compañero de cuarto.

Su cuerpo se movía con elegancia, casi como si se deslizara por el espacio, Liam lo había notado desde el primer momento en que lo había visto, cuando había chocado con él más temprano. Sus músculos parecían fluir como una maquinaria perfectamente aceitada. Tuvo que pasarse una mano por los labios para asegurarse de que no estuviera babeando.

Aquella masa de sensualidad terminó finalmente de vestirse, tomó un bolso de gimnasia de su ropero y se dio media vuelta.

"Me voy, no me esperes despierto," dijo guiñándole un ojo a Liam.

"¿Te vas? ¿Ahora? ¿No tienes clase mañana?" Respondió éste sorprendido.

"Tengo clases en la tarde. Ahora tengo... algo que debo hacer. Ya te acostumbrarás. Hasta luego." Salió de la puerta sin más, dejando a Liam sin palabras. ¿Qué sería todo eso?

Liam sentía su paquete duro, la imagen del cuerpo de su compañero aún grabada en su retina. Sin perder el tiempo, entró a la página de la universidad y se dirigió al registro de habitaciones. Introdujo su nombre y buscó el de su compañero. 'Christian Dunbar'. Copió y pegó el nombre en el buscador de Facebook y no tardó en localizar su objetivo.

Se sentía todo un fetichista navegando por las fotos de su compañero de cuarto y mordiéndose el labio cada vez que aparecía sin camiseta, lo cual era bastante frecuente ya que, al parecer, le gustaba dedicarse a la natación. Había muchas fotos de él solo en traje de baño.

No pudo más, cerró la laptop y la dejó a un lado mientras cerraba los ojos y se imaginaba aquel cuerpo sobre él, tocándolo. Se introdujo una mano por debajo de la camiseta y se pellizcó un pezón, soltando un gemido. Christian no estaba y no parecía que fuera a volver temprano tampoco, no tendría que preocuparse demasiado por los sonidos que profería imaginando aquel dios griego encima suyo, acariciándolo, besando su abdomen y pellizcando su otro pezón.

Deslizó la otra mano debajo de sus pantalones y rodeó su polla, dura y húmeda de precum. Comenzó a masajearse lentamente mientras imaginaba a Christian depositando suaves besos en su cuello, mordiendo su lóbulo, acariciando sus muslos.

Aceleraba el ritmo casi inconscientemente mientras recreaba la escena que había visto hacía solo unos minutos. Christian allí, de pie, mirándolo seductivamente con una de sus sonrisas y dejando caer la toalla para que viera su pollón enorme, húmedo y deseoso de una lengua que lo devorara.

"Chris, Chris, ¡Chris!" Gemía Liam mientras se corría sobre su propio abdomen.

Respiraba agitado y se sentía sucio, masturbándose con la imagen de su compañero de habitación. No había podido evitarlo. Era la primera que había estado cerca de alguien tan atractivo y con tan poca ropa, por no decir sin nada. No era virgen, pero Liam tenía muy claro que alguien con la apariencia de Christian estaba muy lejos de su alcance.

Además, no solo era atractivo, sino que también le había hablado, le había sonreído y había sido amable con él. Era hetero, pero eso era solo un detalle, muchos hombre atractivos eran heteros; éste había sido el primero en dirigirle una sonrisa. Liam se sonrojó, abrió la computadora una vez más y le envió una solicitud de amistad...

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Bueno, una nueva historia con un par de aclaraciones:

Abrí una nueva historia porque me he dado cuenta que cometí muchos errores cruciales desde el principio con Diario de un Embaucador, así que quise empezar una vez más intentando corregir esos mismos errores. Díganme si lo logré.

Bajo ningún punto de vista voy a dejar de escribir Diario de un Embaucador. Ya estamos muy metidos con la historia de Alex como para dejarla ahora. El Diario va a continuar saliendo con la misma regularidad de siempre (excepto la semana del 3 al 10 porque me voy de vacaciones).

Y por último, los capítulos de ésta historia no saldrán tan seguido como los de Diario puesto que en unos días empiezo la universidad otra vez y no me dará tiempo de actualizar las dos al mismo tiempo. Diario seguirá saliendo con la misma regularidad.

Y eso es todo, comenten y díganme qué piensan de Liam y Christian! Saludos!

domingo, 27 de diciembre de 2015

Diario de un embaucador (Parte V)

Las semanas avanzaban sin ningún evento que resaltar. Las vacaciones acababan de empezar, pero ya me sentía ahogado entre tanto tiempo libre. Prefería la aburrida rutina de la universidad. Me divertía encontrar diferentes maneras de romperla y alterarla. Me sentía más en control: yo dominaba lo que hacía en mi tiempo, no la rutina.

En cambio la monotonía de los días libres se hacía insoportable. No había nada que cambiar, nada que controlar, porque no había nada que hacer. La ciudad misma se sentía como un pueblo fantasma a pesar de que los adultos continuaban trabajando, yendo y viniendo como si nada hubiese cambiado.

Muchos jóvenes de mi edad también tomaban trabajos de medio tiempo, probablemente para seguir pagándose la universidad. Yo no necesitaba nada de eso. Mis padres estaban divorciados, lo que significaba que ambos intentaban ganarse mi favor a toda costa, lo que significaba dinero y antojos por doquier. Y aunque no fuera así, habría encontrado alguna otra manera de manipularlos. Yo no era uno para recibir órdenes de algún idiota cuya única preocupación en la vida era que las botellas quedaran a la misma distancia unas de otras en los estantes de un supermercado.

Mi padre era presidente de una enorme empresa manufacturera y, al igual que yo, era hijo único. Lo que quería decir que había recibido la empresa de mi abuelo como herencia. Eventualmente yo la recibiría también. En realidad no necesitaba preocuparme de nada. Mi madre dirigía el hospital más grande de la ciudad, pasaba más horas trabajando que en casa. Se preocupaba, a veces, de que no tenía suficiente contacto conmigo, pero lo compensaba con jugosos depósitos. No podría decir que me molestara.

Y, sin embargo, teniéndolo absolutamente todo, me aburría en mi departamento. Internet no tenía nada que ofrecer y no habría práctica hasta el sábado. Teníamos entrenamiento lunes, miércoles y sábados. Eran el único momento mínimamente entretenido de la semana. Me traía a David al departamento en dos de cada tres ocasiones. Era un forma más que aceptable de matar el aburrimiento.

Me gustaba pasar tiempo con él, aunque aún no estuviera seguro de qué era exactamente lo que me atraía de él. Tenía un cuerpo muy apetecible, pero si era sincero conmigo mismo, había tenido mejores. Tenía un aguante excelente para el sexo (ese mismo lunes habíamos llegado hasta una tercera ronda), pero una vez más, nadie se comparaba a Franco. Tenía un gemido endiabladamente sexy, pero solo porque sonara bien cuando lo bombeaba, no significaría una gran diferencia.

También estaba la forma en que mi nombre sonaba en su boca cuando me rogaba que lo penetrara, "¡Alex!". La forma en que me miraba cuando terminábamos y me tendía a su lado, rendido. Lo sumiso que era ante cada una de mis demandas. Lo jodidamente tierno que se veía cuando bajaba la mirada ante la mía. La urgente necesidad de marcarlo, hacerlo mío cada vez que alguna de esas cosas se hacía presente.

No habían aparecido nuevas marcas, pero solo habían pasado un par de semanas. Aún no significaba nada, aún no podía estar seguro de que fuese completamente mío. No había logrado que pasara la noche en el departamento. Al caer la noche, se apresuraba a vestirse y salía corriendo como si el encanto del hada madrina fuera a apagarse en cualquier momento.

Y luego estaba Franco... Se había estado comportando extraño últimamente. Evitaba quedarse a solas conmigo, me esquivaba la mirada y las veces que había intentado que quedáramos, se había inventado alguna excusa patética. Por un momento me pregunté si quizás sabía sobre David, pero había tenido más que suficientes ocasiones para decírmelo.

Terminé atribuyéndoselo al hecho de que había estado pasando demasiado tiempo con el idiota de Nico esa semana. Después de todo estaba viviendo en su casa por el momento. El hermano imbécil de David seguramente le llenaba la cabeza con cuentos sobre mí. El muy inútil jamás había conseguido ninguna prueba de mis... costumbres.

Al final me encogí de hombros y le resté importancia. Si Franco en realidad supiera algo de lo que yo hacía, no estaría llamándolo mi novio en ese momento. Cualquier persona en su sano juicio me mandaría a la mierda.

Tres golpes suaves en la puerta descarrilaron mi tren de pensamiento. "Hablando de Roma..." Solo llevaba puestos unos jeans, no tenía camiseta y estaba descalzo. Me dirigí a la puerta sin amagar con ponerme nada encima. Solo Franco y Gonza subían hasta mi departamento para golpear la puerta, el resto del mundo tocaba timbre y esperaba abajo al intercomunicador.

De modo que grande fue mi sorpresa cuando abrí para encontrarme con David. Un bolso le colgaba al hombro, Llevaba una camiseta de los Fall Out Boy, su banda favorita (no podía creer que supiera eso) y unas bermudas. Tenía un ojo morado y se le notaba hinchado.

"Oye," dije inmediatamente indicándole que entrara. "¿Qué sucedió? ¿Estás bien?"

"Estoy bien, no te preocupes," entró y esperó a que cerrara la puerta. "¿Puedo quedarme contigo esta noche?"

"Por supuesto," respondí enseguida. Mi polla dio un salto pero la ignoré. "¿Quién fue el capullo que te hizo eso?"

"No es nada de qué preocuparse, solo necesito un poco de hielo." Saqué unos cuantos cubos de la refrigeradora, los envolví en un paño y se lo entregué. "¿Te molesta si cierro las cortinas?"

No esperó a que respondiera, se dirigió al balcón, cerró las puertas corredizas y las cortinas oscuras de un tirón. Pero antes de que lo hiciera logré identificar un auto gris estacionado frente al edificio. No necesitaba ver al conductor para saber de quién se trataba.

"¿Tu hermano te hizo eso?" Sentía la rabia y la confusión inundarme a partes iguales. Estaba furioso porque ese idiota le hubiera puesto las manos encima a mi propiedad; pero estar tan enojado me confundía. ¿Desde cuándo me preocupaba por alguien que no fuera yo mismo? David tenía todo un abanico de efectos desconocidos sobre mí.

"¡No! No, yo solo, me peleé con un vecino, es todo."

"Eres muy malo para mentir, ¿sabes?" dije mientras buscaba una camiseta entre el enorme desorden que era la sala.

"¿Qué haces?" Preguntó David haciendo una mueca de dolor al apoyarse el hielo sobre el ojo. "Alex, ¿qué estás haciendo?"

"¿No es evidente?" Respondí como si lo fuera. "Voy a partirle la cara a ese cabrón."

"¡No!" El pánico tiñó su voz y la rabia volvió a latir en mi pecho. "Alex, por favor no hagas nada, te lo ruego. No salgas."

"¿Por qué no? Y a todo esto, ¿dónde estaba Franco cuando el imbécil te hizo ésto?"

"Franco no tiene nada que ver. Alex, por favor, si me quieres, no salgas," me detuve.

"¿Qué dijiste?" Pregunté en voz baja.

"Alex, si me quieres, por favor no vayas a por él. Eso es lo que él espera."

David estaba sentado en el sofá, me miraba con sus intensos ojos negros. De repente me sentí fuera de lugar. Me dejé caer a su lado y él suspiró de alivio. Tenía el ojo derecho, el sano, hinchado y enrojecido como su hubiese estado llorando. Sentí la urgente necesidad de besarlo.

Me incliné sobre su rostro entrecerrando los ojos. coloqué una mano sobre su pierna, buscando apoyo. Mis labios no tardaron en unirse a los suyos. Su aliento era suave, siempre lo era. Atrapé su labio inferior entre los míos, mi lengua humedeciéndolo lentamente, con delicadeza. David tardó unos segundos en responder. Su mano libre se apoyaba en mi pecho desnudo mientras movía sus labios para seguir los míos.

Fue un beso lento, suave, tardó varios minutos y se sintió como poco. Finalmente David sintió como se aceleraban mis latidos en anticipación y empujó mi pecho para separarnos.

"Hoy no," dijo mirándome a los ojos. "Por favor."

Me separé de él sin apartar mi verde mirada de la suya.

"Lo siento," me sorprendí a mi mismo diciendo. "Todo esto es nuevo para mí. Hace ya muchos años desde que dejé de... sentir cosas."

"¿Sucedió algo?" Preguntó con una curiosidad que parecía sincera. Pero rápidamente cambió de opinión al ver mi expresión. "Perdón, no tienes que decirme, solo preguntaba."

"No te preocupes," respondí. "Si, sucedió algo. Y desde que ese algo sucedió no he vuelto a preocuparme por nadie más, ni a sentir nada por nadie más. No son más que tonterías de adolescentes."

Podía notar que David intentaba no reflejar nada en su rostro, pero mi comentario le había dolido. Automáticamente sentí la urgente necesidad de disculparme. Esta vez la ignoré. No podía dejarme dominar por toda esta nueva parafernalia de emociones, tenía que comenzar a controlarme. Aún así dije:

"Pero últimamente alguien me ha estado dando vueltas, derrumbando la actitud que tanto me costó construir. No suelo decir 'lo siento', ni suelo respetar los deseos de los demás, solo los míos. Hasta ahora, solo Franco había logrado pasar de una noche conmigo, y solo porque tiene ciertos... atributos excepcionales." En ese punto, David desvió su mirada de la mía.

"Tú eres diferente", dije tomándole de la barbilla y devolviendo sus ojos negros a los míos. "Me estás cambiando. Pensé que había logrado bloquear esa parte de mí, pero me equivocaba."

Y era cierto, en las últimas semanas mi mundo se había revolucionado. Había empezado a preocuparme por otra persona, pensaba en él más seguido de lo que me gustaría admitir, me había inundado la rabia al ver que alguien le había hecho daño. Pero sabía muy bien que aquello era una espada de doble filo. El tiempo había pasado, pero la herida que me había hecho cambiar en primer lugar, no.

Aquella fue la primera noche en años en que me acosté con otro hombre sin haber tenido ningún tipo de contacto sexual previamente. Nos desvestimos, nos acostamos y el se durmió rápidamente apoyado en mi brazo. Yo no tuve tanta suerte. Pasé largas horas pensando...


La mañana siguiente me desperté con una extraña y húmeda sensación. Tenía la polla completamente parada. Estiré una mano para alcanzarla, quizás pudiera liberar un poco de tensión antes de comenzar el día. Pero en lugar de mi paquete, toqué algo más. Un rostro con grandes ojos negros, una mirada hambrienta y una lengua inquieta.

Solté una carcajada.

"Buenos días a ti también," dije con una sonrisa.

"Buenos días," respondió David devolviendo la sonrisa antes de zamparse mi polla hasta la garganta y hacerme arquear la espalda de placer. Su ojo se había deshinchado, pero tenía un tono morado más oscuro.

Cerré los ojos y me dediqué a disfrutar mientras llevaba mis manos detrás de mi cabeza para no tentarme a dirigirlo tomándolo de su cabello. Sabía que trabajaba mejor solo.

David se divertía jugando con mis huevos también. Los manoseaba y de vez en cuando se los llevaba también a la boca; primero uno, luego el otro y luego los dos. Me llevaba al borde de la locura y se detenía solo para volver a empezar.

"¿Estás despierto?" Lo oí decir luego de un rato.

"¿Cómo podría dormir con semejante atención?" Respondí divertido.

"Quiero más", dijo con una sonrisa pícara.

"¿Más?"

Asintió y se puso en movimiento. Pasó una pierna por encima mío y colocó su entrada justo frente a mi rostro mientras volvía a dedicarle sus húmedos cuidados a mi polla. Sonreí y me puse manos a la obra inmediatamente.

Abrí sus duras nalgas, no sin antes darle un mordisco a cada una, y comencé a lamer su entrada con entusiasmo. Un gemido intentó escapar de su boca pero quedó atrapado, haciendo vibrar mi polla y mi cuerpo con placer. Lamía su agujero una y otra vez, no había mejor desayuno que ese. Y mientras lo hacía, guiaba una mano hasta su polla para otorgarle placer también.

Pude sentir su cuerpo temblar al instante. Lentamente deslicé un dedo dentro suyo mientras sus gemidos vibraban en mi propio miembro y me volvían loco. Una vez logré meterlo, comencé un movimiento de mete-saca, David hamacaba su cuerpo de atrás hacia adelante para seguir mi ritmo mientras continuaba lamiendo mi polla y gimiendo sobre ella como si su vida dependiera de ello.

No tardé en introducir un segundo dedo y luego un tercero. Pero las sensaciones parecieron ser demasiado para David, sus quejidos, junto a sus manos jugando con mis testículos y su lengua enroscándose en mi polla terminaron por arrojarme a la locura.

Sin previa advertencia, me derramé en su boca. David no pareció inmutarse, se limitó a tragar hasta la última gota y limpiarme la polla con un par de lamidas más mientras continuaba moviéndose al ritmo de mis dedos.

"Parece que habrá un cambio de planes," dije con tono juguetón mientras retiraba mis dedos de su entrada y él me dedicaba una mirada interrogante.

Le indiqué que se diera la vuelta y me obedeció inmediatamente, por supuesto. Se retiró de encima mío mientras yo tomaba una almohada y la colocaba bajo mi abdomen, dejando mi propia entrada al descubierto.

"Es tu turno," le dije con una sonrisa mientras su rostro se iluminaba.

"¿Es en serio?" Era su primera vez como activo, al menos conmigo. No que tuviese algún problema con ello, simplemente no se había dado antes. Yo disfrutaba ambos roles de igual manera, aunque sintiera una leve inclinación por la pasividad.

David no tardó en acomodarse para su nuevo rol. Rápidamente se dedicó a repetir el mismo proceso que yo había practicado en él durante el delicioso 69. Yo no necesitaba tanto trabajo como él, al cabo de unos minutos ya estaba listo. Él estaba ansioso por comenzar, ya tenía la punta de su polla en mi entrada cuando lo detuve.

"Espera, vamos a hacer que disfrutes de tu primera vez," dije con una sonrisa maliciosa mientras me acercaba a su rostro y devoraba su boca.

Mi lengua dominaba la suya con facilidad, él se dejaba llevar mientras lo acostaba de espaldas en la cama, mi cuerpo encima del suyo. Su polla estaba húmeda, el glande brillaba con precum. Mientras lo besaba, busqué el lubricante sobre la mesa de noche a tientas con una mano. En cuanto lo encontré comencé a descender por su cuerpo, besando su mejilla, el borde de su mandíbula y bajando al cuello.

Me demoré un poco más allí, dejando marca de mi paso antes de continuar el descenso. Lamía su pecho y dejaba un rastro húmedo con mi lengua mientras lo oía suspirar con una mezcla de placer y frustración. Continué bajando por su abdomen, besando sus músculos y deleitándome con el sabor de su sudor. Llegué a su polla y le di una lamida desde la base hasta la punta, muy lentamente, cerrando los ojos y disfrutando de su sabor.

Finalmente abrí la botella de lubricante, derramé un poco sobre mi mano y masajeé su polla lentamente, con paciencia, haciendo que David delirara con deseo.

"Alex, por favor," mi nombre en su boca era demasiado tentador para resistirme.

Abrí mis piernas para colocarme encima de su miembro, lo tomé con una mano, ubicándolo justo en mi entrada. Una perfecta O se formó en su boca mientras colocaba sus manos en mis caderas y yo hundía lentamente su polla dentro de mí. Mi vieja sonrisa soberbia volvía a mi rostro mientras lo observaba abrir aquellos ojos negros llenos de excitación.

Su polla me llenaba lentamente, podía sentirla abriéndose paso dentro de mí mientras me dejaba caer encima de ella. Cuando finalmente estuvo completamente dentro mío, me tomé unos segundos para acostumbrarme a su presencia. David estaba ansioso, desde mi posición podía ver su pecho subir y bajar rápidamente mientras el sudor lo perlaba.

Cuando me hube sentido a gusto suficiente, me impulsé con las rodillas para volver a subir antes de dejarme caer una vez más. Repetí el proceso unas cuantas veces mientras mis gemidos y los de David se unían a coro. Finalmente encontré el ángulo correcto para golpear aquel punto sensible dentro mío y aceleré el ritmo. Una y otra vez me estimulaba y una y otra vez cerraba los ojos, me mordía el labio y arqueaba la espalda, sobrecogido de placer.

David continuaba con sus manos en mis caderas, cada vez que descendía, presionaba con fuerza, como intentando resistir el impulso de llenarme de leche en aquel preciso instante. De vez en cuando subía sus manos y recorría mi cuerpo con ellas, me pellizcaba los pezones y recorría mis abdominales, pero siempre terminaba bajando a mis caderas y mis muslos.

"¡Alex!" Dijo entre un gemido y otro. Abrí los ojos para verlo devorándome el cuerpo con los ojos.

Solía usar aquella posición bastante con otros chicos, me daba un lugar de poder y a la vez les regalaba una vista de mi cuerpo con la que podrían pajearse por mucho tiempo. La única desventaja era que solían utilizar esa vista para correrse demasiado rápido, antes de que la diversión siquiera comenzara. David estaba haciendo esfuerzos monumentales para no venirse, así que decidí recompensarlo.

Me incliné sobre él, con cuidado de que su polla siguiera dentro mío, entrando y saliendo mientras le sonreía y me acercaba a su cuello. Me dirigí hacia su oído y me dediqué a mordisquearlo mientras sus manos se aferraban a mi espalda y sus bombeos se aceleraban. Sabía que aquel era su punto débil. Mordisqueaba su lóbulo mientras le susurraba al oído:

"¿Te gusta? Sé que disfrutas estando dentro mío, pero sigo siendo tu dueño, ¿recuerdas?" Lamí la zona detrás de su oído para reafirmar lo que decía y podría jurar que estuvo a punto de correrse.

"Alex, por favor," su voz estaba al borde del quiebre.

"Por favor, ¿qué?" Ronroneé mientras volvía a mordisquearlo el lóbulo.

"Me corro, ¡me corro!" Acto seguido, su semilla se derramó dentro mío acompañado de un rugido de placer y sus uñas me arañándome la espalda.

Sentir su leche dentro mío y ver su cuerpo bañado en sudor con su sonrisa exhausta pero satisfecha, me puso la polla dura a reventar una vez más.

Sin esperar más. me moví deslizando su miembro fuera de mí. Su leche caía por mis muslos mientras me colocaba sobre su pecho. David era insaciable, aún después de todo aquello se mostraba hambriento por más polla. Tuve que tomarlo del cabello y sostenerlo contra la almohada mientras colocaba mi miembro en su rostro y me pajeaba con rapidez. Solté una carcajada cuando abrió su boca y sacó la lengua, dispuesto a recibir otra dosis. Pero yo tenía otros planes.

Con un último gemido me vine sobre su rostro. Derramé mi leche en su frente, sus mejillas y terminé en su lengua. Evité su ojo lastimado metódicamente. David sonreía y me dedicaba una mirada brillante. Un sentimiento cálido y desconocido se apoderó de mi pecho y me abalancé sobre él, lamí los restos de mi leche de su rostro y los compartí con él en un apasionado beso. Él enredó sus manos en mi cabello y rodamos en la cama, riendo como adolescentes y compartiendo su sabor y el mío.

"Me gustas mucho, ¿sabes?" Dijo una vez nos hubimos duchado y mientras él se dedicaba a secar mi cuerpo. Mi respuesta se quedó atorada en mi garganta. "Ya te he demostrado que soy solo tuyo, quisiera que hicieras lo mismo."

"¿Qué estás intentando decir?"

"Quiero que termines con Franco." Dijo sin más. Solo me tomó un momento considerar la respuesta.

"Está bien."

"¿Es en serio?" Su voz reflejaba sorpresa, lo que a su vez me sorprendió a mi.

"Si, claro. Solo estoy con él porque es bueno en la cama y me provoca morbo hacerlo con otros. No necesito eso contigo." Dije con mi sonrisa más galante.

El timbre sonó en el preciso momento en que David se abalanzaba sobre mí. Fue un alivio. Me tomaría un tiempo acostumbrarme a las muestras de cariño. Los besos estaban bien, los besos llevaban a otras cosas. Los abrazos eran otro cuento. Y las expresiones verbales me ponían extremadamente incómodo. Franco había aprendido todo eso en poco tiempo. Ahora tendría que enseñarle lo mismo a David.

Me desprendí de él y me envolví en una toalla antes de ir al intercomunicador.

"¿Si?" Dije mientras David salia del baño, envuelto en una toalla igual que yo. No se había secado aún y su cuerpo se veía extremadamente sexy con el agua goteando. Le hice señas para que se acercara y obedeció enseguida. Desaté su toalla y comencé a masturbarlo mientras esperaba que la persona del otro lado de la línea contestara.

"Soy yo. Quiero a mi hermano de vuelta en este instante. Quita tus asquerosas manos de él, maldito cabrón, o juro que las pagarás." Era Nico.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Diario de un embaucador: Franco

Abandoné su departamento sintiendo un enorme nudo en el estómago. Nico me esperaba en su auto. No sentía demasiadas ganas de escuchar lo que seguramente tendría para decir. La cabeza me daba vueltas, sentía como si fuera a desplomarme en cualquier momento.

"¿Listo?" preguntó en cuanto estuve dentro del vehículo. Conocía a Nico desde hacía años. Nunca lo había visto tan furioso.

Asentí brevemente, preguntándome si me veía tan mal como me sentía. Anduvimos un buen rato sin que ninguno de los dos dijera una palabra. Nico irradiaba odio, mientras yo me sentía demasiado débil como para irradiar lo que fuera.

Luego de una media hora, entramos en la zona baja de la ciudad. Pequeños grupos se apiñaban en cada esquina (no era difícil adivinar qué es lo que hacían) y se giraban para mirarnos con recelo. Nico no parecía notarlo. Siguió conduciendo a través de casas ruinosas y miradas amenazantes hasta llegar a destino.

Finalmente se detuvo frente a un lugar que, a todas luces, parecía abandonado. El pastizal había crecido tanto que casi tapaba por completo la carcasa oxidada de un auto abandonado. Todas las ventanas estaban rotas, había basura encima del techo y en el porche.

"Es aquí," afirmó Nico con seguridad. "¿Vienes?"

"Nico..." dije despacio. "No estoy tan seguro de esto."

"¿Estás bromeando, Fran? ¿Después de todo lo que te ha hecho?" me miraba penetrante con sus profundos ojos negros. Su tono era cortante.

"Si, pero las cosas han cambiado," dije sin demasiada convicción.

"Lo único que ha cambiado, es que ese hijo de puta ahora mismo está poniéndole las manos encima a mi hermano..." azotó el volante y se pasó la mano por el cabello castaño, echándoselo hacia atrás. Una de los tantos gestos que compartía con David. "Y está poniéndote los cuernos, que eso si no es nuevo."

Ese domingo se cumplían dos semanas desde que lo sabía.

Alex y yo solíamos ir a gimnasios separados, más por comodidad que otra cosa. Él tenía uno cerca de su departamento y yo tenía otro cerca de mi casa. Pero ese domingo había decidido acompañarlo. Tenía muchas ganas de ver su cuerpo en acción en un lugar que no fuera la cama; en un ambiente controlado donde no pudiera echármele encima a la primera que se sacara la camiseta... pero definitivamente a la segunda.

Él no había estado muy convencido de la idea de ir juntos al principio, pero finalmente cedió. Estuvimos un par de horas allí. Él utilizaba varios aparatos mientras yo me dedicaba a correr en la cinta más apartada que pude encontrar para deleitarme viendo sus músculos trabajar y al mismo ocultar lo que aquello producía en mi paquete.

Pude notar unas cuantas miradas furtivas hacia mi novio, pero nunca vi a Alex dirigir sus ojos a otro que no fuera yo mismo. Me sonreía con su soberbia característica, queriendo hacer creer al mundo que nada le importaba más que él mismo. Yo sabía que no era así. Sus sonrisas significaban algo más para mí; su arrogancia no podía ocultarme la verdad.

En más de una ocasión había intentado convencerlo de que se abriera para mí, que me mostrara cuál era esa verdad, ese secreto que tanto le pesaba. Alex siempre se negaba.

Cuando se dirigió a las colchonetas para hacer lagartijas, llegué a mi límite. Los músculos de sus brazos se tensaban y se marcaban con prominencia cada vez que subía y bajaba. Su trasero se veía espectacular. Era demasiado, no podía seguir ocultando mi calentura. Su cabello castaño le cubría los potentes ojos verdes, pero yo sabía que me vigilaba, su sonrisa lo delataba.

Me dirigí rápidamente a las casillas, haciendo lo posible por ocultar el efecto que él tenía en mí. Esperé impaciente mientras me dirigía a las duchas y me quitaba la ropa. Alex apareció a los pocos minutos e hizo lo mismo. 

Había dos duchas ocupadas, pero fuera de eso, el lugar estaba desierto. Nos escabullimos a la que estuviera más apartada, abrimos la llave del agua y nos pusimos manos a la obra. Mi miembro despertó completamente en cuanto mis ojos se posaron en su cuerpo mojado. Alex se apoyaba contra una pared y me miraba con picardía mientras se mordía el labio y dejaba que el agua besara sus músculos. No tardé en unirme. 

Me puse de rodillas, tomé el jabón y comencé a adorar a mi dios griego personal. El jabón pasaba por sus abdominales, sus pectorales, sus brazos; una mano lo seguía y luego mi boca. Tenía una barba de un par de días. Sabía que sentirla sobre su cuerpo lo pondría a mil. Su paquete había despertado y chocaba contra mi pecho mientras yo me dedicaba a explorar cada rincón de aquel monumento. Le excitaba que alimentara su ego, que siguiera su juego.

Tomé su miembro con una mano y me dediqué a realizar lentos movimiento de sube y baja mientras dedicaba mis besos y caricias a sus muslos. Logré arrancar un gemido de su boca y una sonrisa a la mía.

Cuando me sentí satisfecho con la exquisita parte frontal de su cuerpo, le indiqué que se diera la vuelta. Obediente lo hizo y me ofreció sus firmes nalgas como nueva fuente de adoración. Besé cada una como el tesoro que eran y las pulí con jabón para prepararlas para lo que venía. Una vez estuvieron relucientes, me dediqué a pasar lengua por ellas y no pude evitar dar una pequeña mordida también. Eso arrancó una risotada de Alex y provocó que mi polla saltara.

Finalmente solté su miembro y me dediqué a la parte que más deseaba. Abrí sus nalgas para exponer su entrada mientras él se inclinaba levemente también para permitir que me diera un festín. Lancé un par de lamidas a su agujero antes de comenzar a devorarlo. Pasaba la lengua por los bordes con rápidez, el agua también ayudaba a dilatarlo. En cuestión de minutos me encontraba con dos dedos dentro suyo, golpeando su punto de placer de memoria y arrancando música de su boca.

Con tres dedos decidí que ya estaba listo. Me puse de pie y enjaboné mi propio miembro. Moría de ganas de estar dentro de él, pero decidí jugar solo un poco más. Coloqué mi polla entre sus nalgas, mi pecho contra su espalda y mi boca en su cuello. Comencé un movimiento de subida y bajada, haciendo que su propio culo me masturbara. Ahogaba mis gemidos contra su cuello mientras Alex cerraba los ojos y se restregaba contra mí descaradamente. Sabía muy bien que estaba muriendo por que lo penetrara, pero él jamás rogaba.

Aquel día tampoco iba a hacerlo y yo estaba a punto de correrme. Me di por vencido y apoyé la cabeza de mi miembro en su entrada. Tomé su polla con una mano y apoyé la otra en su pecho mientras empujaba. Entré lentamente, sintiendo la presión alrededor de mi polla volverme loco. Sabía que tenía que ir despacio por él, pero también lo hacía por mi mismo. Si hubiese acelerado aunque sea un poco, me habría corrido allí mismo.

Luego de lo que pareció demasiado tiempo, me encontré completamente dentro suyo. Ambos respirábamos agitados a pesar de que acabábamos de comenzar. Esperé a que se acostumbrara, cuando me dio la señal, comencé a retirarme, el corazón me latía más rápido con anticipación. Cuando hube retrocedido lo suficiente, comencé a hundirme en él una vez más. Una de las duchas se había apagado hacía ya unos minutos, pero la otra seguí encendida, de modo que aquello se había convertido en una situación de tortuoso placer. Ninguno de los dos podía emitir sonidos demasiado fuertes o nos descubrirían.

De modo que mientras me introducía en su entrada por segunda vez, cubrí su boca con una mano mientras la otra aún se encargaba de propocionarle placer con movimientos lentos alrededor de su polla. Yo podía controlarme, pero a Alex no le interesaba ni le importaba que el gimnasio al completo se enterase de que estábamos haciendo el amor en las duchas.

Una vez que su agujero se acostumbró a mi polla y mi polla dejó de amenazar con impregnarlo de leche ante el primer movimiento brusco, comencé a buscar el punto que derrumbaría a aquel dios soberbio. No tardé demasiado en encontrarlo y comenzar a golpearlo una y otra vez mientras entraba y salía. Sus gemidos resonaban contra la palma de mi mano y se acoplaban al sonido que producían mis muslos cada vez que chocaban contra sus nalgas.

Justo como había previsto, luego de unos cuántos golpes a su próstata, besos a su cuello y mecidas a su polla, pude sentir cómo sus piernas comenzaban a flaquear. Con una enorme fuerza de voluntad, me detuve y me obligué a salir de adentro suyo. Enseguida sus ojos verdes me miraron interrogante. Le sonreí mientras le indicaba que se diera la vuelta una vez más. Y una vez más cumplió obedientemente.

Coloqué mis manos bajo sus piernas y, en susurros, le indiqué que rodeara mi cuello con sus brazos. Sus ojos se iluminaron al comprender lo que pretendía y obedeció rápidamente. Lo levanté y él rodeó sus piernas alrededor de mi cintura, colocando su entrada justo sobre la punta de mi polla una vez más. Esta vez no tan lentamente, se dejó caer sobre mi duro miembro. En ésta posición la penetración era mucho más intensa, mi polla llegaba más profundo ahora que él utilizaba su peso para hundirse en ella. Uní mi boca con la suya para ahogar nuestros gemidos, ni siquiera yo podía controlarme mientras Alex saltaba una y otra vez sobre mi polla a punto de explotar.

Cada uno intentaba devorar la boca del otro mientras nuestras lenguas vibraban con sonidos repletos de placer. Nuestros pechos se unían y podía sentir su propia polla entre nuestros abdómenes, aprovechamos el movimiento de esa posición y utilizamos nuestros abdominales como instrumentos para masturbarlo. Mientras mi polla entraba y salía, la suya se restregaba entre nuestros cuerpos forzados al máximo.

Al final fue demasiado. Alex se corrió espectacularmente, su leche aterrizando en nuestros pechos y hasta en mi barbilla. Mientras se corría, su agujero ejercía aún más presión sobre mi propio miembro y terminé derramándome por completo dentro suyo. Finalmente mis propias piernas comenzaron a temblar y tuvimos que abandonar aquella exquisita posición. Nuestros pechos subían y bajaban, agitados. El agua había lavado la prueba de su placer, pero eso no impidió que Alex se arrodillara y le dedicara algo de cariño a mi polla exhausta. Extrajo hasta la última gota de leche que me quedaba y sonrió satisfecho.

Pero no era una sonrisa altanera esta vez. Sonreía de una manera genuina...

Ese fue el momento en el que la duda se plantó dentro mío. ¿Qué significaba él para mí? A mis ojos acabábamos de hacer el amor, pero, ¿a los suyos? Sabía que el jamás lo admitiría, pero quizás él también lo sentía, aunque lo ocultara bajo su máscara de soberbia.

Apagamos la ducha y esperamos a asegurarnos que ninguna otra se encontrara encendida. Cuando no escuchamos nada más, nos envolvimos cada uno con una toalla y salimos con toda la naturalidad posible, dirigiéndonos a las casillas.

Alex había quedado con Gonza aquella tarde, de modo que se vistió apresuradamente y salió. Yo me quedé unos minutos más pensando, reflexionando en lo que acababa de suceder. Había empezado a desarrollar algo por él. Deseaba intensamente romper esa fría máscara que llevaba siempre encima y ver quién se ocultaba debajo. Quería conocer qué era lo que lo afligía, y consolarlo. Quería estar con él. Lo quería.

"Oye tú, ojos marrones," me di la vuelta mientras me ponía la camiseta para ver a otro chico, probablemente de mi misma edad, de pelo rubio y ojos claros que me hacía señas para que me acercara. "¿Cómo lo hiciste?"

"¿Cómo hice qué?" pregunté genuinamente confundido.

"¿Cómo hiciste para llevarte al guaperas?" el desconocido hablaba en voz baja y con una mirada cómplice.

"No sé de qué estás hablando," dije, aunque el rostro enrojecido me delataba.

"Vamos, no eres ni el primero ni el último. Los vi entrar en las duchas. Quiero saber cómo lo hacen. Yo también quiero una tajada."

Aquello me sacó de lugar.

"¿De qué estás hablando? ¿El primero y el último en qué?"

"Está bien, no me digas cómo lo conseguiste," respondió el otro con exasperación. "Pero al menos dime si es cierto lo que dicen de que solo se los lleva una vez."

"Mira, no sé de qué estás hablando; pero si te refieres al chico que acaba de salir, es mi novio," dije perdiendo la paciencia. "Y tú estás a punto de ganarte un par de ojos morados si sigues insinuando estupideces."

El desconocido se quedó pasmado.

"Es tu novio," dijo mientras se dibujaba una sonrisa estúpida en su rostro. "Pues lamento informarte, amigo, que tienes unos cuernos tan grandes que no podrás salir por la puerta. Tu novio se ha acostado con casi todo el gimnasio. Si no me crees puedes seguirlo, acaba de salir con uno de los empleados."

Era mi turno de quedarme pasmado, sus palabras resonando en mi cabeza. Dejé al tipo con la sonrisa idiota en el rostro, terminé de vestirme y salí del lugar con la mirada perdida. El mundo me daba vueltas. "Seguro son tonterías," intentaba convencerme, "aquel idiota solo estaba jugando conmigo, seguro nos vio entrar y el muy imbécil sintió celos o algo así."

Me subí a mi camioneta y conduje sin realmente saber hacia donde iba hasta que me encontré frente a su departamento. Pasé la noche sentado allí, con el pensamiento en guerra. Intentaba convencerme de que todo era mentira, que era un imbécil por dudar de Alex, que encendiera mi camioneta y me diera la vuelta antes de que fuera demasiado tarde... pero no pude hacerlo. Me quedé allí hasta que salió el sol.

Mi mundo había estallado en mil pedazos cuando vi al empleado que nos había atendido al llegar al gimnasio, el mismo que me había vendido una botella de agua y me había sonreído flirteando. 

"Tu novio se ha acostado con casi todo el gimnasio."

Sabía que no debía, si me daba la vuelta y volvía a mi casa en ese momento, podría hacer como si nada hubiera pasado. Podría seguir preguntándome si Alex se habría enamorado de mí como yo de él. Pero no pude evitarlo, mis pasos me guiaron hasta su puerta y mi mano golpeó sin mi consentimiento.

Alex abrió casi de inmediato. Estaba desnudo.

"Hey, ¿qué haces aquí tan temprano?" su tono no dejaba entrever nada, como si realmente nada hubiese pasado. Quizás hubiese sido solo una coincidencia, quizás me estaba preocupando en vano por cualquier tontería.

Me dejó entrar y vi su ropa desparramada por todas partes. Pero seguramente aquello no significaba nada, seguro había estado cansado por todo lo que había sucedido en la tarde y se había desvestido allí mismo en la entrada.

"Dame un segundo," dijo antes de tomar una muda de ropa y dirigirse al baño.

Entré a su habitación. La cama estaba deshecha. Eso no probaba nada, cualquiera deshacía la cama mientras daba vueltas en la noche. Mientras se revolcaba con alguien. La botella de lubricante se encontraba sobre la mesita de noche. Era gel para manos, quizás solo quería lavarse las manos. Aunque siempre la tenía guardada en el cajón. Había un condón usado y atado en el tacho de la basura.

"Listo, ¿quieres comer algo?" dijo una vez que salió del baño, vestido. "¿Qué haces con la misma ropa de ayer?" preguntó extrañado.

"Lo siento, debo irme", murmuré antes de salir sin mediar otra palabra.

Conduje al único lugar donde sabía que me escucharían, donde sabía que había alguien en quien podía confiar. O quizás no, ¿había alguien en quien poder confiar sin reservas?

Nico me llevó a su habitación y escuchó lo que había sucedido. Su rostro se había endurecido. Sabía que me merecía la mirada que me lanzaba, él me lo había advertido muchas veces. Aún así, se contuvo y no dijo nada en tono de reproche. Simplemente se limitó a ofrecerme su apoyo.

"¿Qué harás ahora?" dijo cuando terminamos de desayunar en un pequeño restaurante a la vuelta de su casa.

"No lo sé," respondí con amargura. "No quiero separarme de él. Quizás si le hablo, quizás si le digo lo que sucedió, quizás haya una explicación para todo ésto."

Nico me miraba con desaprobación.

"No voy a detenerte si quieres volver corriendo a sus brazos, Fran. Pero si voy a decirte, como amigo, que estás cometiendo un grave error."

"No lo sé," repetí. "Quizás..."

Pero habían pasado ya dos semanas y lo cierto es que no mucho había cambiado. Ahora que estaba más atento encontraba pruebas de sus aventuras a cada paso. Nico escuchaba cada una y me decía una y otra vez que renunciara a él, que buscara a alguien mejor. Pero yo no quería a nadie mejor, lo quería a él. Él era el dios griego que me volvía loco. Él era quién tenía esa máscara que tanto deseaba arrancarle. Solo que, hasta entonces, no había sabido qué tan gruesa era esa máscara en realidad.

La mañana que David quedó con Alex, Nico había estado a punto de estallar de rabia.

"Tenemos que hacer algo, Fran", había dicho. "Han pasado dos semanas y sigues pegado a él como si nada hubiera pasado. Si no vas a hablarle, al menos démosle una advertencia, un susto. No quiero que se acerque a mi hermano."

Pero había llegado el día y David y él ahora se encontraban juntos en su departamento. Nico había intentado convencer a David la noche anterior de no ir, peor no había tenido éxito. De modo que recibí un mensaje en medio de la noche... mientras me encontraba desnudo, compartiendo lecho con Alex. Habíamos cogido, y había sido tan bueno como siempre.

Ahora nos encontrábamos en aquel barrio desolado. No sabía ni me interesaba conocer cómo Nico había conseguido aquel supuesto contacto. Por un módico precio, le darían un buen susto a quien fuera que pidieras, era lo que le habían dicho.

Los botones que había encontrado en la entrada de su departamento me daban vueltas en la cabeza mientras el estómago se me revolvía pensando en lo que "un buen susto" podría significar.

"Nico, no puedo hacer esto," dije mirando con angustia a mi mejor amigo.

"Tú no, pero yo si. Ese bastardo se va a arrepentir de tocar a mi hermano menor," dicho eso se bajó de la camioneta y se dirigió rápidamente a la puerta de aquel lugar decrépito.

Golpeó y por unos segundos tuve la esperanza de que nada sucediera. Pero un hombre grande, fornido como un ropero abrió la puerta.

Todas las veces que habíamos hecho el amor cruzaron por mi cabeza en ese momento. Pero, ¿qué habían significado esas veces para él?

Nico le entregó algo al hombre y éste asintió. Intercambió un par de palabras más y volvió al auto.

Pensé en todas las pruebas de infidelidad que había encontrado en las últimas semanas. En la cara burlona de aquel desconocido que me había hablado en el gimnasio. Seguramente me habría tomado por un idiota. Después de todo, eso es lo que era.

Era un idiota por amarlo...

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Algunas notas:

Bueno, con éste capítulo especial finalmente puedo decir que terminamos con los capítulos de introducción. Ahora llega el grueso de la historia.

Muchas gracias por sus comentarios! Siempre ayuda saber qué piensan y recibir un poco de crítica constructiva para mejorar. Me gustaría que me dijeran también, qué les gustaría leer en el próximo capítulo en cuanto a la escena de sexo obligatoria. Voy a intentar cumplir con las peticiones, como regalo de navidad. Pueden dejar un comentario o enviar un mail!

En fin, gracias por leerme una vez más, espero lo hayan disfrutado y felices fiestas!